La pandemia nos ha golpeado de tal manera, que a veces la sucesión de noticias trágicas es tan rápida que no tenemos tiempo en detenernos a entender la magnitud de los sucedido, este julio del bicentenario será un mes negro para los fisioterapeutas villarrealinos, se marcha quien nos enseñó no solo la biomecánica de la marcha si no también un ser humano afable que logró transmitir con el ejemplo los valores profesionales que tanto necesitamos hoy en día.
Un faro de luz en el cuarto año de carrera


Allá por el año 1995, un día de esos inestables de primavera me encontraba jugando ajedrez en la Plaza Francia en el Centro de Lima, un compañero de la universidad que casualmente pasaba por allí me avisó que empezábamos clase de 4to año, en realidad para mí no era una gran noticia, el tercer año no había sido un gran año , horas de horas soportando a un profesor literalmente dictar sin reparo una hojas amarillentas sobre agentes físicos en un aula del hospital Rebagliati y luego acudir a un pequeño consultorio en el centro de Lima para ver algunas viejas maquinas de electroterapia y onda corta a recitar lo dictado en clase me habían desanimado.


Una de mis primeras clases de ese cuarto año de la carrera fue en el antiguo Instituto Nacional de Rehabilitación en el Callao, en el segundo piso de algún lugar poco transitado y con un curso con un nombre poco atractivo “Ayudas Biomecánicas”. Ahí apareció un profesor de la carrera de 34 años , impecablemente presentado y de una clara voz a enseñarnos sobre la biomecánica de la marcha de una manera tan natural y solvente que probablemente nunca nadie faltó a una de sus clases.

El Libro de la Marcha Humana de Plas, Viel y Blanc (1984) fue un páramo para muchos de nosotros, nuestro maestro nos enseñó a comprender lo sorprendente de una de las actividades motrices humanas que marcó nuestra propia evolución como especie y que permitió ser los homo sapiens que hoy podemos no solo conocer el mundo, si no también crearlo y apasionarnos por ello.


Amor natural por la docencia


El profesor Eduardo Catacora tenía muchas cualidades, un trato respetuoso, amable, con extraordinaria empatía y llegada con sus estudiantes, todos hicimos una gran conexión con sus enseñanzas, además de tener la capacidad de hacernos entender lo que nos parecía complejo, nunca atrajo la atención sobre él sino sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje, ahí; en esa vieja aula con sus tizas, reglas y pizarra fueron suficientes para llevarnos al mundo mágico del movimiento humano, en ese sentido sus clases siempre abrían la mente de sus estudiantes, la capacidad de asombro, la necesidad de hacernos analizar hasta llegar a las ultimas instancias eran impecables.

Eduardo Catacora fue un maestro para nuestra promoción UNFV-FTM-1990.


Reflexión al pie de página

Ser gran docente, ser gran profesional y ser una gran persona son cualidades que son muy difíciles de encontrar en una misma persona, para el maestro Catacora era algo natural, su prédica, grandeza y respeto ganado fue con el ejemplo, nunca con altanería, ni soberbia, ni ninguna ínfula de superioridad. Es difícil encontrar su presencia en internet, redes sociales, Eduardo fue de perfil bajo en ese sentido, prefería las relaciones humanas donde uno es quien es y no quien quiere que se le reconozca.

Luego de algunos años seguí mi vocación de docente universitario y reconozco las improntas de aquellos que considero maestros, Eduardo Catacora es uno de los mejores docentes que tuvieron las cátedras villarrealinas, deja una valla alta y un faro para las próximas generaciones de docentes que hemos de seguir sus principios.

Aunque el respeto y cariño que le tuve nunca lo pude verbalizar, espero que mi sonrisa y esmero en acercarme a saludarlo y estrechar su mano haya sido suficiente, lamentablemente nunca pude agradecerle con la franqueza que debemos tener los colegas, ojalá cambie la cultura de los fisioterapeutas peruanos y aprendamos a señalar lo bueno, a reconocer lo excelente, a premiar los logros de nuestros pares en su momento y no cuando sea demasiado tarde. 

Descansa en paz maestro, tu espíritu y recuerdo yacerá siempre en nuestras aulas.