"El que quiera hacerse grande entre vosotros, será vuestro servidor" (Mateo 20:26).

La vida del Dr. Javier Evangelista Carranza está marcada por su incansable vocación de servicio y su compromiso con la educación y la salud pública. Como Decano de la Facultad de Tecnología Médica de la Universidad Nacional Federico Villarreal (UNFV), se convirtió en una figura central que dejó una huella imborrable en la institución. Esta crónica busca rendir homenaje a su integridad, dedicación y espíritu comunitario, destacando su papel fundamental en llevar los servicios de la universidad más allá de sus claustros y su firme defensa de la Facultad de Tecnología Médica. A través de recuerdos y anécdotas, se captura la esencia de un hombre cuya presencia sigue resonando en nuestras memorias y corazones.

Mi primer recuerdo

Conocí al Dr. Javier Evangelista Carranza cuando él era Decano de la Facultad de Tecnología Médica y yo un estudiante de Terapia Física. Nunca tuve la oportunidad de ser su alumno directo, pero nuestras interacciones dejaron una profunda impresión en mí. Recuerdo claramente cuando, como delegado de mi promoción, nos acercamos a él para reclamar por las plazas de internado. Aunque inicialmente quedé decepcionado porque nuestro reclamo no fue atendido, entendí que era un hombre de palabra. Había empeñado su palabra para priorizar a una promoción anterior y, aunque nuestro reclamo parecía justo, mantuvo su compromiso. Al final, llegamos a un acuerdo salomónico, y aprendí una valiosa lección sobre la integridad.


Compromiso con la comunidad
Ya como docente universitario, pude verlo en acción durante las actividades de responsabilidad social que realizaba la UNFV a finales de los 90 y principios del 2000. Llevábamos un hospital de campaña a diversas comunidades, desde Cañete hasta Túcume, siguiendo el espíritu de que "una universidad está hecha para servir al pueblo". En estas jornadas, nuestra Facultad de Tecnología Médica siempre trabajaba codo a codo con la Facultad de Medicina, llevando salud y esperanza a quienes más lo necesitaban. Fue entonces cuando entendí que la universidad debe salir de sus claustros y no solo mirarse el ombligo.
Vocación de servicio

El Dr. Evangelista era un hombre proactivo y práctico. Como buen aprista, no era fácil hacerlo cambiar de parecer, pero su vocación de servicio siempre brillaba. Recuerdo haberlo visitado en el Hospital Santa Rosa, donde fue subdirector. Allí, lo vi saludar y ser saludado por profesionales y pacientes, reflejando su compromiso y cercanía con todos. En la universidad, en cada uno de sus cargos, siempre encontraba tiempo para conversar un poco y alentarnos a hacer más. Sus palabras eran siempre motivadoras y paternas, transmitiendo una mezcla de diligencia y cariño.

Un ser inspirador
Su manera de ensalzar los logros ajenos, aunque a veces exagerando detalles, mostraba su transparencia y generosidad. Recuerdo cómo proclamaba los éxitos de sus colegas y estudiantes, a veces avergonzándonos, pero siempre con la intención de reconocer y celebrar el esfuerzo de otros. Era un hombre al que no le conocí la envidia, sino que siempre buscaba levantar a los demás.
El defensor de la Facultad de Tecnología Médica

La llamada nueva ley universitaria lo dejó un día sin su amada facultad, exiliado de la academia. Para alguien que respiraba universidad, perder ese oxígeno fue una condena mortal. Pero Javier no se rindió. Persistió y regresó, demostrando que ni la enfermedad, ni el cansancio, ni mucho menos la edad, podían vencer su vocación. Aunque ya no estaba en la UNFV cuando esto sucedió, me cuentan que no había día que no estuviera en la puerta de la universidad, buscando dónde ser útil. Siempre defendió la Facultad de Tecnología Médica con pasión y determinación, asegurándose de que tuviera el lugar que le correspondía.

¿El final de su camino?


Hoy, al regresar de tu misa de cuerpo presente, puedo decir que estás ahí, presente en nuestras memorias y corazones. Las aulas, los docentes y los estudiantes estarán siempre esperando por ti, con tu saco blanco, tu sonrisa socarrona, tu caminar acelerado y tus manos cálidas. Como dijo alguna vez Albert Schweitzer: "El propósito de la vida humana es servir y mostrar compasión y voluntad de ayudar a los demás". Tú, querido Dr. Evangelista, encarnaste ese propósito con creces. Tu legado de servicio y humanidad perdurará entre todos nosotros, tu camino aún está ahí para ser transitado.

Descansa en paz

Descansa en paz