La enseñanza universitaria no es solo un oficio; es una forma de vida, un compromiso profundo con el conocimiento y con el desarrollo humano de cada estudiante que entra en nuestras aulas. Para mí, la docencia ha sido una travesía de descubrimiento personal y profesional, y cada paso ha sido guiado por una vocación que nació de los desafíos y obstáculos que enfrenté desde muy joven. Mi historia es una de persistencia y superación, donde la educación no solo me formó, sino que también me transformó en el ser humano y en el docente que soy hoy. A continuación, presento una reflexión sobre cómo esa experiencia de vida moldeó mi identidad como docente, y cómo la enseñanza se ha convertido en una filosofía que nutre mi día a día.
Aprender para enseñar, mis primeros pasos hacia una vocación
“He sido un hombre afortunado: nada en la vida me fue fácil.” Sigmund Freud

Mi amor por la enseñanza tiene raíces en mi infancia, marcada por dificultades en un sistema educativo tradicional que no entendía mis desafíos. Durante mi educación básica en un colegio católico de los Andes, me detectaron problemas de aprendizaje como la disgrafia y discalculia. En la década de los 70 y 80 en Perú, la enseñanza era punitiva, y los problemas de aprendizaje se castigaban en lugar de tratarse. A pesar de esto, desarrollé una curiosidad insaciable por el conocimiento. Me refugié en los libros que tenía en casa, donde enciclopedias como "Lo sé todo" y textos de medicina de mi padre me abrieron un mundo nuevo. Así, desde pequeño, aprendí a enseñar para superar mis propios obstáculos, encontrando en la ciencia y en la tecnología una guía en mi camino.

Tablas cientificas 

Enciclopedia lo sé Todo

La universidad como un acto de resistencia y solidaridad

Al ingresar a la universidad, la enseñanza adquirió otro significado. El Perú de fines de los 80 y 90 vivía una crisis educativa y social, pero para mí, la docencia se volvió una manera de apoyar y compartir con otros. Mis compañeros y yo creamos una biblioteca privada para ayudar a aquellos sin acceso a materiales y organizamos sesiones de repaso para quienes lo necesitaban. En estos espacios, descubrí que la docencia universitaria es también un acto de resistencia, una manera de abrir oportunidades donde parecía que no las había. Con el tiempo, mi motivación por enseñar se fortaleció, ya no por revancha, sino por la convicción de que la educación podía transformar vidas, incluso en las circunstancias más difíciles.

Promoción 1990

La docencia universitaria: una lucha por la inclusión y el cambio
“Yo prefiero equivocarme yendo en busca de novedad, a conseguir aciertos fáciles, que muchas veces no son más que simples repeticiones de triunfos anteriores.” Vicente Blasco Ibañez

La enseñanza universitaria es, para mí, mucho más que transmitir conocimientos; es una labor de inclusión y de justicia. Durante ocho años, participé en la creación de programas de becas y crédito educativo en el Perú, buscando que la educación llegue también a los "invisibles": jóvenes de escasos recursos, mujeres víctimas de explotación, y comunidades vulnerables. Hoy en día, sigo en la docencia con el mismo compromiso, buscando siempre nuevas formas de enseñar, innovando y adaptándome a los cambios. La docencia universitaria se ha vuelto mi misión de vida, una forma de dar voz y oportunidades a quienes han sido excluidos del sistema.